martes, octubre 31, 2006

NOTA A LOS VINCULADOS

Estimados señores vinculados. Me he tomado la libertad de incluirles en un click en este deleznable cúmulo de mí misma, confiando en que no les moleste demasiado. Lo hago para sentirme arropada, conectada, ya saben, como formando parte de algo, para dar satisfacción al gregarismo humano que, al decir de algunos, nos late junto a las pulsiones sexuales desde la noche de los tiempos.
Por supuesto si supusiera un problema les ruego me lo comuniquen ipso facto para ponerle remedio. Remedios.

lunes, octubre 23, 2006

Citando a Krahe

Antes de ser cantor mis historias de Amor eran casi secretas
pero luego el azar que me puso a cantar me llevó a publicar...
mis zozobras completas.

Remedios baratos...

Remedios no tienen remedio. Ni sabe remendar barcos. Remedios no tiene remedios baratos. Una pena esta Remedios. A veces... dan ganas de ampararla, cuando corre bajo la lluvia bajo mil bártulos inservibles. Pero ¿a dónde va tan cargada?. Remedios, le gritaría yo, ven que tengo paraguas. Pero ella no se da cuenta, o hace que no se da cuenta.
He oído decir, que es una desagradecida, y aunque no me gusta fiarme de los rumores he de confesar que, esta vez, algo me han influído. No me atrevo a invitarla a un café, por lo que pudiera pasar. Un desaire o, aún peor, una conversación aburrida.
Pero... da tanta pena. Mal sentimiento éste, que esconde el desprecio más injusto. Un saludo Remedios, le grité un día. Y me lo devolvió automáticamente, sin reconocerme.

domingo, octubre 22, 2006

De un tiempo a esta parte vengo preguntándome si el caos es preciso o precioso.

Si lo primero, imagino el Universo como una inmensa maquinaria de ruedas dentadas y a Dios, en vez de arquitecto, relojero serio, con aristocrático monóculo. Sólo Él comprende el funcionamiento de tan misteriosos engranajes. Y como es más suyo que Felipe II, y se niega a delegar, se pasa el infinito trabajando, sin vacaciones ni fines de semana, velando porque no cese el tic tac moribundo de la bomba. Para que luego le vengan los jovenzuelos de ahora protestando por la precariedad laboral.

Si precioso fuere, se me asemeja a un gran cofre a lomos de un dromedario, camino a la corte del Rey David, donde la Reina de Saba va a desplegar su contenido cegador ante los ojos del que fuera pastorcillo antaño y ahora lírico cantor. Y tanto es el brillo y esplendor, tan hirientes sus destellos, que es imposible verlo, ni tocarlo. Así pues, sólo se puede ignorar, pues si se entretuviera uno en intentar dilucidar su magnitud quemaría su retina. Un tesoro invisible. Siempre presente.

Ah... el misterio... qué maravillosa excusa.

Llueve

Llueve al otro lado del escaparate. Llueve, llueve y llueve. No para. Unas veces algo quedo, en plan chirimiri, en plan orvallo, según se quiera. Otras, parece que fuera a entrar el mismísimo Noe, empapado y angustiado ¡me falta una pareja de ácaros, por favor, sacuda la alfombra!. Cuando amaina un poco, salgo a fumarme un piti, al umbral de la puerta, un pie fuera, el otro dentro, tanta es mi dependencia. Pena de tabaquismo. Y ni el coloso de Rodas tuviera tal apostura.
Y veo pasar a una señora apurada, rauda. Lleva un paraguas rojo con siluetas en negro de perros y gatos esparcidas y una leyenda que me trae mil y un recuerdos, uno por cada noche "It's rainnig cats and dogs"...
¿Dóne cojones está el convento de los trinitarios?

sábado, octubre 21, 2006

Me debato entre la timidez y el exhibicionismo, como aquél que no sabe qué ropa ponerse en el entretiempo. Porque nunca se acierta. Nunca se saca el paraguas cuándo llueve, ni la bufanda cuando hace frío. Así, yo, hablo cuando debo callar y enmudezco cuando bien estaría que dijera algo.
Ayer recibí la crítica acertadísima de un buen colega a mis atentados literarios. No falló ni una, acertó en en todo. Y aunque disiento en algunas de sus conclusiones, me he visto gratamente sorprendida por su agudeza y seriedad. Porque claro, se los dí a leer pensando que se los tomaría a broma... pero no. Los ha analizado y, aunque someramente, con certeza.
Desde los veinticinco años me siento vieja para cambiar. Y desde entonces, precisamente, es cuándo más inexcusable se aparece la vuelta de tuerca que me permita ponerme bocaabajoabocajarro.
El problema es el de siempre. Cortedad de mente...

domingo, octubre 15, 2006

Los peregrinos traen el olor del Camino. Sudor y frío. Polvo y árboles. Asfalto y bosques.
No dejo de sorprenderme. Empiezo diciendo algo, y termino explicando lo contrario. ¿Dónde el orden expositivo, dónde la claridad, dónde la jerarquización de las ideas? Cuánta imposición académica desperdiciada, cuántos maestros frustados. Para andar, decían, hay que dar pasitos, poco a poco. Orden, señores, y claridad.
A veces, según rachas, me paso el día pensando qué voy a escribir. Sea para mis bitácoras, sea con la esperanza de ganar algún premio de relato breve con el que justificar mi desvergüenza literaria. Esta misma mañana, de camino al Hospital, mientras esquivaba las heces de la parranda nocturna de los demás, iba cavilando sobre lo mucho que pienso en escribir y lo poco que escribo. Será que mis inicios en la elaboración de trabajos académicos, tan arduos y lamentables me han acendrado el sentido del pudor. Cuánto cuesta decir lo que se quiere . Y esto partiendo de que se tenga algo que decir.
Obviamente eso es lo primero. Según mi hermano, ya no hay nada que decir, y así, invalida cualquier nuevo intento literario. Porque, volver a decir lo de siempre, aunque sea de otra manera no es sino signo de decadencia, manierismos sin sentido, anuncio de la caída del imperio.
Yo coincidiría con él si no hubiera comprobado en mis propias carnes que ponerse a decir algo genera pensamiento. Por tanto, guardar silencio, por vergüenza o pudor, le deja a uno con el encefalograma plano.
Bien, vale, no tengo nada que decir, pero si empiezo a balbucir, torpemente, causando las iras de mis interlocutores, podré ir forjando las palabras, las frases, ir descubriendo ¡por fin! lo que sé y lo que no sé, lo que sé mal, lo que apenas sé, lo que ni siquiera atisbo y lo que, quién sabe por qué, comprendo perfectametne, de forma natural, como por arte de magia o de la genética.
Dicen que a la hora de aprender la forma más eficaz es ensañando. Parece una contradicción pero visto con detenimiento encaja sin duda. La lectura mental es un leve baño de conocimiento, la declamación una ducha profunda y la conversación el mejor de los balnearios.
Y he ahí el problema. Se necesita, por lo menos, a otra persona para aprender. Y, no nos engañemos, los demás son siempre un conflicto para nosotros mismos. No habría por qué darle mayor dramatismo al asunto si se sabe nadar en el enfrentamiento continuo. Vivan las discusiones.
Pero... qué pereza discutir. Es tan cómodo, de nuevo, no abrir la boca, dejar que digan lo que quieran, sin intervenir, para qué, si te vas a enzarza en mil explicaciones que te exigen el máximo de tus fuerzas.
Está claro que no soy nada constante y que no relleno a diario, como quisiera, las páginas de mi bitácora. No es pereza, en este caso, sino verguenza ante los estragos de la perdurabilidad de la letra escrita. Las voces vuelan y se evaporan, y aunque en esta vorágine de anónimos plañideros que es la Red, también las letras tienden a perderse siempre, existe la posibilidad de que se queden enganchadas en alguna ramita de bit, y alguien pueda echárnoslas en cara, de nuevo: Mira lo que escribiste, mira.
Sin duda esta obsesión por el legado textual que uno deja tras de sí es algo trasnochada. Un adolescente epiléptico de jugar a la Play Station no comprenderá jamás mis angustias. Pero ¿y mi comprades de edad, de veinte cerca de los treinta?. Tal vez tampoco. Tanto degutar lo placeres del pasado me he envejecido prematuramente. O, más bien, me he vuelto intempestiva, siempre mal colocada en el espcio-tiempo.
Obviamente, alguién me habrá trasladado a mí estas manías ¿Estará tal persona e consonancia con los tiempo, con los suyos? Y si lo está, entonces, ¿lo estoy yo también? Cada uno de nosotros es el universo paralelo de los demas. Somos lineas que nunca convergen. ¿Será estúpido entonces pensar en la existencia de seres afines? Mecachis....

jueves, octubre 05, 2006

Cada dos por tres me estoy enamorando. Y es agotador. No crean que esta propensión mía es fácil de llevar ni que tiene menos sufrimiento por serme habitual. Que no... que no... que es de gravedad insostenible. Gracias a Dios, me da por el platonismo, lo que me ahorra tiempo. Así, puedo ver la televisión y preparar la comida (eso a lo que yo llamo comida) mientras oigo música celestial, tronos y querubes a ritmo de jazz. O ir en en el autobús urbano y mientras veo los arbolitos pasar imaginarme al objeto de mis desvelos entre los aires de otoño que mecen las ramas. Todo me queda pasteloso pero me permite hacer varias cosas a la vez, siempre presente con casa asístole, en cada diástole, el ser de mis suspiros. Y, además, me da cierto toque risueño que si bien a muchos incomoda, a otros desagrada, y la mayoría ignora, alguno hay a quien alegra el día.

miércoles, octubre 04, 2006

No sé. Mis intenciones eran buenas al pincipio. Pero ahora he vuelto a perder el Norte. El por qué, el para qué de materia espiritual. Andar en pelotas con el frío que hace, bien lejos de cualquier emisor calorífico, son ganas de pillar los siete males. Siete plagas, Señor, enviaste sobre Egipto, tierra que manaba leche y miel, que no hacía falta perder el tiempo buscando otra, siete, Señor, siete, como siete novias para siete hermanos y ninguna de gripe.

lunes, octubre 02, 2006

GRACIAS POR FUMAR.

Comedia cáustica que quiere desentrañar la hipocresía de la sociedad norteamericana, y por ende, de nuestro querido occidente, tan en ocaso, aunque con una cierta moralina de corte paterno-filial.
Un tipo, guapo, locuaz, capaz de convencer a la Madre Teresa de Calcuta de que debe cagarse en el papa. Tan persuasivo que asusta, tan encantador que da miedo. El mismísimo diablo a quien venderías tu alma, qué digo, a quién pagarías gustosamente porque te condenara al suplicio eterno. Todo él al servicio de las grandes tabacaleras en el momento que organismos estatales y demás hermanitas de la caridad abogan por la salud del respetable.
Un yupie sin escrúpulos que, sin embargo, tiene razón. Es lo “malo” de la libertad. Es lo “malo” del raciocinio.
Personajes deleznables a mi modo de ver, de camisas planchadas, en la cresta de la ola, con quienes has de comulgar ante la evidencia. Mientras que los desarrapados, que normalmente deberían despertar tus simpatías, aparecen de carne y hueso, materialistas.
El director se atreve a decirnos a la cara que somos, quienes como yo tendemos a abominar de las corbatas y adorar al probriño, unos esnobistas sin criterio sostenible. Bravo.
Un ataque mordaz contra la hipocresía. Aunque la dureza “canallesca” de la película parece perder algo de fuerza ante la relación del protagonista con su hijo, por quién, aunque con matices, realiza un último gesto heroico: el de salir del lodo (che).
Visualmente tiene recursos que ya han empleado otros filmes con temática similar. Recuerda algo, salvando las distancias, a American Beauty y un poquito menos, aunque la intención sea pareja a American Psico y El Club de la Lucha. Un narrador, voz en off, que detiene el metraje de vez en cuando para mostrar estampas edulcoradas, burla del sistema visual característico del marketing televisivo.
Invita, pues, a una reflexión, tan profunda como se quiera, acerca de nuestros valores samaritanos. Lo hace decapitando los argumentos paternalistas de los adalides de la salud, pero bien puede particularizarse y hablar directamente a nuestros propios principios personales. Por eso me gusta, porque me desmonta, me trastorna, me cuestiona. Supongo que no es una gran película. Es americana (je). Pero yo se la pondría en clase a todos los adolescentes, para que se caguen de verdad, con motivos, en el mundo de sus padres y no reaccionen automáticamente ebrios de calimocho (o lo que quiera que sea que beban ahora), sin saber contra qué coño se están pegando. Aunque, qué idiota soy, no son tiempos de mayos de amor libre. Joder, qué ilusa.
Miren, ya le he visto el mensaje a la película. Y no es, en absoluto, baladí. Razónese y arguméntese. Todo es defendible. Nada de pataletas violentas irracionales. Convénzame.

miércoles, septiembre 20, 2006

Escribo fragmentadamente, como veo la televisión, como escucho música. Y reitero, repito, reincido, hasta la saciedad. No sé poner las comas. No hilvano el discurso.
Para mí, las frases son piezas de un puzzle informe, que yuxtapongo sin que encajen. Una detrás de otra, sin tocarse. Signo de los tiempos. Las Señoritas de Avignon. Pero llega la época de las Redes y es preciso volver a tejer la malla del mundo. Lo hemos roto, desestructurado. Ahora hay que montarlo de nuevo.
Y aquí el problema de los conectores, esas partículas-nudos que atan unas frases a otras. Conjunciones, expresiones que supeditan unos pensamientos a otros. Nada debe quedar fuera.
Es preocupante. Creí que era concisa, que recurría a las elipsis con plena conciencia cuando, al parecer, en realidad, simplemente acumulo los datos con mayor o menor orden. Grave error. Preclaro síntoma de una enfermedad que espero curable (¡Con lo que me gusta estar enferma!).
Causa y efecto. Todo hecho es producido y provoca a su vez otro fenómeno. ¿Puedo cuestionarlo? ¿No lo ha hecho ya la filosofía? ¿O ha hecho todo lo contrario?. Debería prohibírseme el escepticismo. No estoy preparada para el pensamiento crítico. No ordeno mis ideas. Estoy sometida a una continua tormenta. Porque el orden me es odioso. ¿Por qué el orden me es odioso?. Posiblemente (¡sin duda!) porque exige un esfuerzo, y soy perezosa. Eso soy. Esa es mi esencia. Habrá quienes tengan alma. Habrá quienes estén poseídos por la maldad. Yo, despojada, soy la Pereza.

lunes, septiembre 18, 2006

Salvador (Puich Antic)

Pensé que iba a ser una película política, de esas que tanto me fastidian porque suelen ser malas películas y peor política. Aborrezco la política, incluso la “buena” (suponiendo que tal cosa exista). Pero C. me ha insistido y, como siempre, no me apetecía trabajar.
Yo no sé nada de cine pero lo veo con gusto, como leo novelas y poesía o escucho música. Y me gusta compartir mi opinión no porque tenga ningún valor, ni quiera imponerla, o simplemente ostentarla presumida, sino porque deseo perfilarla al hilo de las demás. Me es muy grato cambiar de parecer tras una buena tertulia, bien regada de caldos exquisitos que sueltan la lengua y pegan los párpados.
Una vez más he vuelto a aguantar el llanto. Me lo he comido con patatas, con todo el dolor de mi garganta y vacío en el corazón. El pudor vence a la necesidad de dejarse ir. Lo pagaré caro. El día del Juicio Final Dios se descojonará de todas las lágrimas que no he vertido, y San Pedro me dará una sonora coñeja por imbécil.
Al principio todo transcurría según lo sospechado. Jóvenes rebeldes que luchan contra la tiranía. Discurso loable, que justifica cierta violencia, y que a mí suele desagradarme. Por eso nunca me atrevo a decir abiertamente que soy de izquierdas. Porque para el tipo con rastas que me increpa, y cuyo comportamiento me resulta tan deleznable como el del pijo que empotra a una pava contra la pared al otro lado del bar soy, por lo menos, floja, tibia. Qué digo, si no tengo ideales.
Pero todo cambia cuándo llega el momento del juicio y la sentencia. De muerte. En ese momento la película sabe plasmar la angustia, la esperanza, la desazón, la injusticia, la templanza, los lazos de afecto, de forma magistral. Es efectiva y no sé si efectista.
A mí, no me gusta que me toquen la fibra sensible. Me parece un recurso fácil de manipulación. Provocar pena, indignación, ira o cualquiera otro de los más bajos instintos es la manera más fácil de llevarse el gato al agua. Aunque en este caso, en esta película, no me parece que se ponga, finalmente, al servicio de una idea política, que sin embargo, no nos engañemos, subyace, inquebrantable, como no puede ser de otra forma. Y bien está. Pero lo que se destaca, lo que realmente importa es el drama personal, que no sólo afecta al reo. Tal vez ese sea el gran mensaje, la persona, la persona, la persona. Ese preso que juega al baloncesto con el funcionario de prisiones y le explica que la dislexia no es más que una forma diferente de pensar, que no es grave, que con la aplicación de las técnicas adecuadas se puede llegar a leer sin ningún problema.
Ese muchacho, con la cara juvenil e inocente de DANIEL BRUHL, con el pliegue de sus labios, con sus pómulos tensos en expresión risueña, con sus ojos, negros de mirada intensa, con su flequillo sobre la frente, no merece la suerte que le ha tocado. Porque ni es suerte, ni le ha llegado por casualidad. Su mala fortuna es fruto de una máquina agónica que se defiende panza arriba y laza sin criterio su estertóreo zarpazo. Y eso es injusto. Mucho. Indigna. Nadie debería pasar por aquel trance, en el que se mezclan la humillación, la incomprensión, la espera, la esperanza. Es otro gran alegato fílmico contra la pena de muerte y contra la tiranía. Parece mentira que todavía estén vigentes estos gritos iracundos. Aunque en nuestro país, gracias a Dios, o a quién proceda, estén destinados a sanar heridas viejas, pero sin cicatrizar.
Intensos primeros planos, cálidos abrazos en los que se transmite el tacto de un raído jersey. Y la voz suave, de exótico acento a mis duros oídos, de entereza inusitada.
Por supuesto, la nota cañí en la España de pandereta. El terrible garrote vil, ingenio maléfico en manos de un verdugo que recuerda al de Berlanga y que en el momento de mayor tensión produce cierta sonrisa. Alguna carcajada se ha llegado a oír en la sala del cine.
No es un panfleto político, aunque podría serlo. No es sentimentaloide. Me parece irregular, siendo lo mejor, como ya he dicho, la parte de la sentencia y muerte.
Al final hay un apéndice esperanzador, que quiere dar sentido a los padecimientos del mártir. Bien para quien crea que tales cosas pueden servir.

domingo, septiembre 17, 2006

Y tú... ¿de qué pie cojeas?

Yo es que soy omnímodo, me lo como todo. Lo que eres es gilipollas, y un glotón. ¿Por qué me insultas?. Porque te lo mereces. ¿Por qué?. Por hacer preguntas estúpidas y no saber lo que significan las palabras. A tí lo que te pasa es que además de torti eres frígida. Soy un dechado de virtudes. Puta. Hijo de puta. Hija de la gran puta. Me cago en la puta Virgen. Eso, seguro que además eres virgen. Virgencita, virgencita que me quede como estoy, y este a mi sólo deseo, desaparezca. Quédate. Me voy. Que sí, quedate. Qué pesado, qué me voy. ¿Por qué?. Porque me da la gana. Pues vaya una gana que tienes, que te domina. Es que también soy sumisa. Pues entonces obedéceme. Sumisa, no masoquista. Pliégate a mi voluntad. Tu voluntad es voluble, y mi tolerancia a los pliegos limitada.

jueves, septiembre 14, 2006

Lloró desconsolada ante aquél cúmulo informe de papeles que sostenían todos sus recuerdos ahora dispuestos para la incineración.
Los guardó cuidadosamente largo tiempo, con el cariño de quién deja un legado, para los demás, para que alguien, algún día, cuándo ella no estuviera, pudiera disfrutarlo.
En realidad, los acumuló avara, pesando que siempre podrían serle útiles.
En el fondo, no eran más que fruto de su eterna tendencia a la postergación.
Y ahora debía aniquilarlos.
Tantos esfuerzos durante tantos años.
Para nada.
Para que, convertidos en humo, dejaran de existir, y punto.
Tal vez, pensó, nunca debieron existir.
O tal vez, lo que de ellos haya quedado en mí, es lo único que vale.
Seguramente no son más que un soporte pasajero. Sí. Son de usar y tirar.
Se dijo, hay que tirarlos.
Y los quemó, con lágrimas en los ojos, con la angustia en el corazón por los recuerdos que ya no volvería sin el médium que los propiciara.
Lloró porque la mayoría no habían dejado ningún poso en ella.
Los acumulaba con la pasión del desmemoriado.
Tal vez carecía de memoria porque se la había confiado aquellos papeles.
Ella, que nunca hizo una chuleta para un examen. Ella que sólo aprendió de memoria para los exámenes.
Le dijo a la vecina que lloraba por el humo.
Tal vez, deba quemar toda la casa, se dijo. Ya puestos.
Y vagar eternamente como el Judío Errante, como Caín.
Sabía que entre el pensamiento y la ejecución había un trecho muy grande. Llevaba toda la vida pensando cosas que nunca realizaba, pero, esta vez, el abismo no era más que una delgadísima línea impermeable.
Si quemaba la casa, y luego se quemaba a sí misma, en un descuido, se confirmaría que estaba loca. Ya no habría más dudas.
El hogar paterno, deshabitado. Y ella sola. Nadie le echaría de menos.
La vecina. Mierda de vecina. No puedo quemar la casa. Mierda de vecina.

viernes, septiembre 08, 2006

La entrada número trece.

Igual que hubo un guerrero número trece, que no fue Judas, el traidor, hay una entrada número trece. ¿Significa esto que se haya regresado hasta doce veces y se cumpla, por fin, la decimotercera? ¿O será que nuestra calvicie ya nos clarea en demasía?
Me pregunto si habiendo llegado hasta aquí, tras tan breve discurrir, habré de pararme a pensar. Buscar un recodo en el camino en el que aposentarme y reflexionar, queda, profunda, sobervia y autocomplaciente.
O si este número de mal agüero quiere depararme algún mal, llevarme a la perdición de mano de la red de redes. Red de telaraña que me envuelve y envenenta, que me inmoviliza cuanto mas me muevo.
Van a pasar la fregona, y he de retirarme de mi puesto. ¿Será una señal?

martes, septiembre 05, 2006

Estoy empezando a preocuparme. Nunca he sido partidaria de tales verbos reflexivos, por afectarle a una, no por pensantes, pero... snif... snif... algo me huele mal en la cocina.
Llegaron las bitácoras y con ellas: "La opinión de todo el mundo".
El principio de Autoridad murió mucho antes, y ahora se desbanda la manada. Cualquiera puede hablar sobre cualquier cosa.
Yo... podría hablar de integrales, por ejemplo, que son unos biscotes hediondos con hediondas conecuencias. Joder... qué mierda... (perdón).
Y si no es opinión es melodramón.
Me lo expliquen.
"Me repite la preguntaaaaaa..."

sábado, septiembre 02, 2006

He renunciado al sueño, en busca de un rendimiento perdido que ahora, sí, o mejor dicho, NO, no... ya no será recuperable.
Pasar la noche en vela me resulta más excitante que productivo. Me contemplo desde arriba, agazapada frente al ordenador, la pantalla parpadeante, fumando y meneando papeles de un lugar a otro. Y eso es todo lo que hago. Así que llega el día, y lo único que he hecho ha sido fumar y mover papeles de un lado al otro. Y ni siquiera soy capaz de sentirme mal, porque creo haber trabajado.
Ya son varias las noches de sueño que me he saltado. Creo que Tayler llama a mi puerta. Ah... grito, gritito, Mr. Pitt, no se corte hombre, y deme una buena paliza. Déjeme algo de hueco para que pueda responder a mi vez y quedaremos en paz.
Tan en Paz. Paz. ¿Qué será eso?
Me pregunto... ¿Habré en mi vida, alguna vez "escuchado" el silencio?
Me bulle la mente, mientras dormito.

viernes, agosto 25, 2006

¿Cómo dices que salió?

Salió de la casa desnuda, herida por la locura del encierro, sin conciencia de la realidad. Hundió la cabeza en el primer vómito nocturno que encontró, pero no logró ahogarse. Se arrancaba a puños los cabellos de la cabeza y lloraba y gritaba y enrojecía de cólera mientras los viandantes, atemorizados, esquivaban sus amenazas.
Llegaron los municipales.

¿Qué dices que quería?

Quería morirse y no dejaba de imaginar mil formas de suicidarse, de matarse a sí misma, de hacer, por fin, algo decente con la vida, esa misma que no había solicitado o que si pidió, obviamente, lo hizo desde la inconsciencia, como todo lo que había hecho hasta entonces.
Quería matarse y se imaginaba mil formas de tortura previa, pues en su país, en su democracia de burdel, conseguir un arma de fuego expeditiva era muy difícil y costoso, no merecía la pena.
Lamentablemente no podía lanzarse al vacío, ni cortarse las venas, ni tirarse al río, ni ahorcarse, ni ninguna de las otras formas de rigor, porque estaba segura de que en el último momento iba a arrepentirse, tan voluble era.
Así que no sabía cómo desaparecer. Pensó, de aquella forma reincidente y torpe que ella consideraba actividad cerebral por ser la única que le runruneaba en derredor pero que en realidad no alcanzaba el rigor sináptico requerido, pensó que si se dejaba llevar por el hastío tal vez lograría morir de hambre, o de asco o de simple aburrimiento, de tal forma que si perfeccionaba su apatía no habría vuelta atrás pues caería en el firme convencimiento cínico de que no hacer nada era la mejor de las opciones.
Se acurrucó en la cama, desnuda, y no volvió a salir jamás.

El genio de la lámpara

Cuenta la leyenda que Nobel no instituyó un premio para las Matemáticas porque su chorba le dejó por un pitagorín. Pero claro, los números no iban a ser menos que las letras ¿cuándo se ha visto tal cosa? y, al parecer, existe un galardón equivalente sólo para las mates. Este año, se lo han concedido a un tipo ruso, cuya pésima imagen divulgan sin pudor los medios de comunicación, por haber desentrañado no se qué de no se quién. Una cosa muy chunga y muy difícil, que sin embargo, debe de ser, para algunos la mar de entretenida. Y hete aquí que el tipo en cuestión, extravagante él, lo ha rechazado displicente, porque, según dice, no se siente parte de la “comunidad científica”. Muerte al corporativismo y a las redes clientelares. A mí estos actos de rebeldía siempre me han enternecido. Un buen corte de mangas a tiempo y dan ganas de reconciliarse con la condición humana, que aún tiene especimenes desvinculados del gran burdel de la “zoociedad” que diría mi idolatrada Mafalda.
He oído en el telediario que el tipo daba clases en la universidad y que como toda la peña empezaba a atosigarle por sus grandes descubrimientos se ha exiliado a un piso cochambroso desde el que publica, supongo que desinteresadamente, sus descubrimientos por internet. Al parecer su mundo se reduce a las Matemáticas y no logra concebirlas como un medio lucrativo. Peculiar que nos ha salido el colega.
Y a mí, esto de dar conocimiento de forma gratuita, me conmueve hasta las cachas. Porque da buenos resultados, como Linux, que se ha ido forjando con las aportaciones de un montón de friquis apasionados por lo que hacen y no haciendo cosas para sacar pasta gansa (o simplemente la necesaria para subsistir). Pero luego, como no concibo la felicidad más allá de una leve ráfaga pasajera, he querido desilusionarme y he empezado a pensar que seguro que el genio de las matemáticas es un tipo insoportable, invivible.
A veces, creo, he coincidido con algún genio, con uno de esos seres excepcionales cuyo reino no es de este mundo, o cuyo mundo, no es reino sino república de las ciencias. Y, en efecto, me son nocivos para la salud. No está sujetos a las normas básicas que empleamos los mortales para relacionarnos, como pedir las cosas por favor y dar las gracias por las dádivas. Y eso, resulta chocante. Además suelen plegar su entorno inmediato a sus concepciones, no asumiendo ninguna otra posibilidad por antojárseles siempre pobre, insuficiente, digna de erradicación.
A mí, que soy simple, me repugna ese comportamiento, aunque me limito a disimularlo y reirle las gracietas al superhombre/supermujer de turno. Es un problema grave, este que me aqueja, y que procuro eliminar con muy poco éxito, pues me vence la vanidad. No logro reprimir el típico “qué se habrá creído”, y supuro mala bilis por doquier. Sigo con mis prácticas de epicureismo en pos de la ataraxia, pero en cuanto se me cruza un genio por la mirada perdida, se me jode la terapia.
Envidia sin duda, que es lo que les pasa a todos los grandes, y que, además, es deporte nacional de la piel de toro.

En la carpeta...

En la carpeta “Mis documentos” hay otra titulada “mis cosas” destinada a disimular, entre los documuentos de apariencia importante, otros de carácter más personal. Son mis devaneos pseudoliterarios y otras rarezas con que me retrato sobre el lienzo podrido de Dorian Grey, pero sin belleza que mostrar a cambio. En ella acumulo sin orden ni concierto textos varios con los más variados destinos. Desde responder alguna carta, casi nunca tórrida, hasta cuentos y relatos cortos, la mayoría a medio terminar o siempre dispuestos para la continua revisión. Soy la reina de la procrastinación, palabra con la que gusto procrastinar el cielo que está procrastinado hasta que algún desprocrastinador hábil sepa desprocrastinarlo. Así que no es raro, en aquél cajón de sastre, tener otro desastrado cajón en el que acumulo notas sueltas. Notas que, siguiendo algún consejo rescatado del aire, ha de tomar todo buen aspirante a la plasmación del mundo en blanco sobre negro, o en rosa palo sobre verde pistacho. Normalmente las acumulo sin más, evitando que puedan ser de la más mínima utilidad, pues se ve que la conseja rescatada no lo fue del todo, y no me llegó la onda sobre qué hacer con las dichosas. Eso sí. Cuándo aburrida me da por releerlas, encuentro todo tipo de sensaciones. Desde la vergüenza, hasta la nostalgia, pasando por las ansias o el mero entretenimiento. Casi siempre sorpresa, por no recordar qué motivó el ripio. Nunca inspiración para algo de provecho.

viernes, agosto 11, 2006

Crear

Crear. Como si de Dios se tratara. Y no en siete días. Con siete segundos basta. Tal vez un par de minutos.

viernes, agosto 04, 2006

Me asombra tanto mi cerril persistencia para las cosas innecesarias como la volubilidad de carácter que se me escapa por doquier en los momentos importantes. Y así, me presto a este derroche de medios mediocres mientras aparco, sin demasiados escrúpulos asuntos de más elevado calado.
Habrá quién piense, eludiendo el meollo de la cuestión, que es y siempre será la pereza, que pueda ser falta de ambición. Sobre esta carencia, que como todas siempre hay que procurar paliar, me ha gustado siempre presumir, contra toda eviencia.
Porque no es que no tenga ambición, sino que... la tengo voluble.

miércoles, julio 26, 2006

Sólo sé hablar de mí.

He de reconocerlo, sólo sé hablar de mí. No sé si es máximo grado de egocentrismo o de estulticia. Pero en ambos casos es, obviamente, una limitación grave.

Podría consolarme, como suelo, pensando que es un mal extendido en nuestros días, y notablemente promovido gracias estas tecnologías de la comunicación, pero el refranero me responde con una bofetada, y me llama tonta.

Mi sueño es profundo...

Mi sueño es profundo... y temible. Puedo sucumbir, sin remedio, a sus garras, en cualquier momento. Bajo cualquier condición.
Me dí cuenta en Grecia, cuando apoyé mi cabeza en el muro de un garito y me quedé dormida ante un atronador bouzouki. Entonces tenía dieciocho años, era joven y no le dí importancia. Mis acompañantes lo atribuyeron unos al ouzo, que no supe rebajar con agua, otros y mi naturaleza endeble, alguno pronunción la palabra narcolepsia, pero la mayoría se limitó a sonreír condescendiente o a desternillarse a mandíbula batiente.
Con veintidos años me abandoné a Morfeo en todos los bares de copas de una pequeña ciudad provinciana de Francia. A mis amistades, les hacía gracia verme tirada en cualquier esquina, en posición fetal, apoyada la cara sobre las manos orantes. Y nunca dejaron, a pesar de mis somnolientos males, de llevarme con ellas, a modo de nota exótica: no os vayaís a pensar, gabachos, queridos, que todas las españolas somoso tan fogosas, y me mostraban, durmiente, nada bella, como prueba de la variedad tipológica de femineidades castizas.
Ahora que he de reflexionar sobre tan terrible defecto, recuerdo la desesperación matutina de mi hermano pequeño, a lo largo de toda nuestra infancia, por rescatarme de las sábanas, y sus meditadas argucias para ser efectivo. Que si me tapaba la nariz, que si me arrancaba de quajo la almohada, que si llamaba a mamá, que se quitaba la zapatilla.
Sé que me he hecho mayor, porque cuando me quedo dormida, no le hace gracia a nadie. Habré de llegar a la vejez, para volver a despertar, con mi sueño, la sonrisa de los demás.

lunes, julio 17, 2006

Confesiones...

He de confesarlo, ruborizada: Me gustaría hacer un buen blog, de esos que he incluído en mi listado de favoritos, escritos por gente de apariencia solvente con información seria e interesante.
Tal vez, algún día, a fuerza de practicar, logre algo decente, al menos, pero por el momento, será falta de voluntad (perdida) habré de conformarme con escribir según me salga, y no puedo más que garantizar que lo que saldrá será caótico, inservible, insufrible, innecesario, superfluo, aburrido, nefasto, en definitiva, un atentado contra el buen gusto.

jueves, julio 13, 2006

Conmoción

Ando sumamente conmovida con el "Asunto Blog", hasta el punto de introducirme, cual bloguera coraje, en sus propias entrañas, en busca del intríngulis.