jueves, septiembre 11, 2008

Qué poco mundo tenemos, Manolo.

- Qué poco mundo tenemos, Manolo...

- ¡Que me llamo Jaime, joder!

- Perdona chico que me he inquivocau.

- ¿Te gustaría, a caso, que yo te llamara Lola?

- Ni siquiera me has preguntado el nombre, así que no me vengas ahora con remilgos. 


- Qué poco mundo tenemos, Manolo.

- Y que lo digas, reina.

- ¿Para qué habremos salido del pueblo, si nos ha dado lo mismo?

- Lo mismito, vamos. Igual aquí que allá.

- Si cada vez que viajamos, para ver mundo, no nos enteramos de nada.

- Tienes razón.

- ¿Recuerdas, a caso, como era la catedral de Beauvais?

- Mucho grande, mucho grande y zás, se les cayó.


- Qué poco mundo tenemos, Manolo.

- Ay, Eloisa, ay.

- Apenas venimos de nacer.

- Y yo, sin embargo, ya te quiero para toda la vida.

- Manolo, Manolo, que no nos quitamos el pelo de la dehesa ni con caramelo hirviendo.

- Querida, yo no te quitaría ningún pelo del cuerpo, ni esos hirsutos que díscolos se yerguen en los momentos más inoportunos.

- Manolo, Manolo para el poco mundo que tenemos hay que ver lo que gozamos.


- Qué poco mundo tenemos, Manolo.

- Poco, muy poco.

- Mira que a mí eso me frustra mucho

- Pues no te de frusfrus por fruslerías, cariño.

- Si es que no me entiendes. No comprendes que el verme tan raquítica me destroza el alma.

- Sin exagerar, que buenas carnes te cuelgan, que bien lo sé, que con ellas me satisfago.

- Ves, lo que yo decía...


- Qué poco mundo tenemos, Manolo.

- Y cómo se aprovechan de nuestra ignorancia.

- Date cuenta de que no hace falta tener grandes cualidades para chuparnos las entrañas.

- Luego tenemos menos mundo aún del que pesamos.

- Pero ¿pensamos?

- Va a ser eso.

Reincidiendo sin remedio