miércoles, julio 11, 2007

Misantropía

Padezco una marcada misantropía heredada directamente de mis padres a quienes Dios crió y juntó para separarlos del resto del mundo. También mis hermanos sufren tales rigores aunque cada uno a su modo, como yo misma, intenta eludirlos refugiándose en gentes acogedoras.
A pesar de los esfuerzos por superar el Mal que me aqueja, aflora espontáneamente sin que pueda controlarlo y me tuerce el gesto ante la multitud y sella mis labios a los desconocidos.
Así, cuando, hace años, en la facultad, a algún profesor pusilánime se le revolvía la clase y optaba por continuarla para sí mismo, yo no dudaba en levantarme de mi asiento y acercarme más al gurú a fin de alcanzar a oír alguna de sus palabras. Aquello me granjeaba ciertos desprecios que yo saboreaba desde mi incomprensible vanidad.
Ahora, cuando he de desplazarme, nocturna y alevosa, entre la muchedumbre, miro a las caras de aquellos a quienes rozo con algo de asco, y respondo a sus insultos faciales canturreando la canción que suene: “Tengo para tíiiiiiiiii….”
Quiero volverme minimalista. Nada de barroquismos. Yo me como las plazas mayores de Salamana y las fachadas del Obradoiro. No quiero ser funcional. Sólo quiero no ser. No estar. Desaparecer, como la bruja del norte, al contacto con el agua.
Qué llueva, qué llueva, la Virgen de la Cueva...
La cueva... Sí. Será suficiente. Aquí me quedo.
Esto ya es bastante complicado por sí mismo. Ya me cuesta escribir normalmente como para que ahora la máquina se me tuerza rebelde y no cumpla mis designios.
¿Me escuchas? Soy tu Dios, y si te digo que publiques con mi dedo omnímodo no ha lugar la desobediciencia.
¡Publica! o padecerás los rigores de mi ira¡
Publica! o desaparece para siempre, muere.
¡Publica! porque es mi deseo y no a otra cosa has venido a este mundo sino a satisfacerme.
¡Publica! pública.