sábado, octubre 21, 2006

Me debato entre la timidez y el exhibicionismo, como aquél que no sabe qué ropa ponerse en el entretiempo. Porque nunca se acierta. Nunca se saca el paraguas cuándo llueve, ni la bufanda cuando hace frío. Así, yo, hablo cuando debo callar y enmudezco cuando bien estaría que dijera algo.
Ayer recibí la crítica acertadísima de un buen colega a mis atentados literarios. No falló ni una, acertó en en todo. Y aunque disiento en algunas de sus conclusiones, me he visto gratamente sorprendida por su agudeza y seriedad. Porque claro, se los dí a leer pensando que se los tomaría a broma... pero no. Los ha analizado y, aunque someramente, con certeza.
Desde los veinticinco años me siento vieja para cambiar. Y desde entonces, precisamente, es cuándo más inexcusable se aparece la vuelta de tuerca que me permita ponerme bocaabajoabocajarro.
El problema es el de siempre. Cortedad de mente...