miércoles, febrero 20, 2008

Sobre la verdad y la mentira

Ah... qué se pensaban uds. qué realmente iba yo a atreverme a tratar tales temas. Perdonen que se me despliegue, resignada, la sonrisa. 
Una vez me compré un libro que se titula El hombre y la verdad de Zubiri, creyendo inocente de mí, que algo entendería. No logré enterarme de nada. Por ahí debe de seguir mi lapicero feroz (mordido por todos lados) perdido entre sus páginas iniciales, de las que nunca logré salir. 
Recientemente mi padre preguntó por él. No por él mismo, que bien podría ser, sino por el libro. Que dónde estaba. Que quería volver a echarle otro vistazo. ¿Volver? Pero ¡padre! no me diga que se lo ha leído ¿y ha entendido algo? No es que dude yo de las entendederas de mi progenie. Nada más lejos. De hecho, les tengo mucha más confianza que a las mías propias, porque son mucho más grandes y vigorosas. La pregunta no iba con segundas, que no. Que se me escapó sin querer. Me salió de sopetón sin tiempo para retenerla. 
Lo curioso fue que al rostro de mi pater me pareció ver asomar una duda. Una sombra oscura, un leve cargo de conciencia. ¿Por qué no habría de entenderlo? Nubarrones oscuros que pasaron fugaces y se diluyeron para siempre. 
No sé que es la verdad, ni si existe. Me conformo con asumir la mentira como algo cotidiano. Les contaré mi secreto de supervivencia: Suelo decir la verdad cuando quiero que nadie me crea. Habrá a quién le suene duro. Ahora mismo que lo leo, casi me recorre un escalofrío. Pero, quiá, si la pereza es la madre de los vicios, que la costumbre lo sea de las virtudes. Nada como acostumbrarse.
¿Oyen uds. un bolero?

lunes, febrero 11, 2008

BAILÉN (bailen uds.)

Sé que hay gente que a veces me lee. Mayoritariamente por error, al buscar remedios baratos para algo. 
No obstante ha llegado a mis oídos que hay alguien, tan pegado a su nariz como a un retrete (no es incompatible, aunque se sufre mucho), que incluso me ha buscado en la Red. 
Me recrimina, no muy a menudo (con poca insistencia), que no actualizo mis letras. Y mis historias de hastíos le suenan a milonga mal cantada.
Estimado Zanahodia:
Estuve en el Prado. Me hicieron sacar el ordenador y encenderlo, no sé para qué, pero aproveché la ocasión para gritar a los cuatro vientos TENGO UN MACBOOK de trece pulgadas como trece rosas en el paredón, de color blanco, al que la manzanita le brilla con inusitado esplendor. A continuación, excediéndome en el celo, empecé a quitarme la ropa para demostrar que no voy cargada y que tengo las carnes turgentes, pero les pareció mal a aquellos mismos que, sin ningún pudor, delataron el escondrijo de mi Mac.
Para ampliar horizontes me dirigí a la Ampliación, de estrechísimas escaleras mecánicas. Necesitaba con urgencia VER pintura decimonónica: Tanto daguerrotipo, minúsculo y blanquinegro me tenía trastornada. Jesucristo de mi vida, tú que nunca fuiste una niña como yo. Qué alivio. Colores a mansalva y en gran formato. 
Caminandito, caminandito llegué a la sala de las joyas de la historia y allí, querido, estaba La Rendición de Bailén (y Juana la Loca, loca, loca, por duplicado, mandando callar que no despierten al muerto y atravesando Castilla (tan ancha como estrechas son...) con el idem), y la macabra campana del macabro monarca y aquellos que fusilaron en Torrijos, todo dignos y altivos, etc...). Ejemplo del valor aleccionador de la Historia, creadora de patriotas. 
Ahora que "semo´ cidadanos urupeos", y que no deben emocionarnos ni las tisis ni las malasquerencias, sino las tetas y los paraísos, no sé como habrán de mirarse los cuadros, ni la Hisoria. Yo, Walter, tuve que sostenerme las lágrimas y contenerme para no lanzarme en los brazos del primer galán de turno que me mirara furtivamente. Mm... ¿he dicho galán? Quería decir dandy, pecando en ambos casos de cierto anacronismo, no digo que no.
Y así, todita ruborizada me topo con el Desconsuelo de Llimona. 
"Recompónte, ponte Remedios" Y para desintoxicarme me regresé a Velazquez, para tornar por Goya. Pero tanta real familia (REAL y FAMILIA, ni más ni menos), no logró sacarme de mis desvelos.
Y así, estimado, regresé por donde vine y encuéntrome en el mismo punto del que partí.
Confío me siga leyendo, sobre todo cuando no escribo.