Otra lanzada más contra mi vanidad. Yo exponiéndome divina ante un público que no me echa un ojo ni por casualidad. No me negarán que como cura de humildad es eficacísima.
Cuando empecé esto, tenia la vaga esperanza de que el anonimato sacara de mí el lado oscuro que todos los jedis llevamos dentro. Creí que amparada bajo un pseudónimo sería capaz de desnudarme como el Robbie Williams en el video aquél (en el que tampoco le hacían mucho caso, la verdad). Ya saben, confesar los más profundos e irreverentes pensamientos. Subvertir, por fin, todos los valores.
Pero, claro, al final ha resultado que no tengo nada en lo jondo.
No he logrado advertir ninguna anomalía extraña en mi ser. Vaya mierda. Soy una bloggera normal, que no cumple con los plazos impuestos por su propia voluntad (?), y que no logra hacer atractiva, ni por asomo, su diaria cotidianidad, ni aún la nocturna y alevosa.
Y ni siquiera tengo una afición friki, en plan comics o pelis de serie B, que compartir con gafapastas sesudos.
Tampoco me encuentro ninguna vena poética que desgarrar sanguinolenta y dejar brotar sin sentido (¿aparente?) ante los ojos estupefactos de cualquiera.
Vaya mierda: No tengo encanto, encanto.