jueves, julio 12, 2007

Santiago

Antes de encender el cigarrillo siempre lo golpeaba ligeramente sobre el dorso de la mano, como para asentarlo. Luego humedecía ligeramente la boquilla y se entregaba con placer a juguetear con el humo.
Pensaba en Santiago de Compostela haciendo memoria al hilo de las volutas. Procuraba huir de los lugares comunes de peregrinos cansado y de turistas quemados. No, no… Nada de nuncios papales saludando desde la fachada del Obradoiro.
Decidió perderse por alguna rúa o por la Rúa y llegar hasta la Alameda y sentarse junto al manco barbado y, evitando bromear con el acento, decirle ¡qué D.Ramón! ¿nos fumamos un peta?
Pero se dio cuenta de que no era un copito de nieve único en el universo. No era especial y cometería los errores de todos. Siguió fumando como fumaría cualquiera.