domingo, octubre 15, 2006

Está claro que no soy nada constante y que no relleno a diario, como quisiera, las páginas de mi bitácora. No es pereza, en este caso, sino verguenza ante los estragos de la perdurabilidad de la letra escrita. Las voces vuelan y se evaporan, y aunque en esta vorágine de anónimos plañideros que es la Red, también las letras tienden a perderse siempre, existe la posibilidad de que se queden enganchadas en alguna ramita de bit, y alguien pueda echárnoslas en cara, de nuevo: Mira lo que escribiste, mira.
Sin duda esta obsesión por el legado textual que uno deja tras de sí es algo trasnochada. Un adolescente epiléptico de jugar a la Play Station no comprenderá jamás mis angustias. Pero ¿y mi comprades de edad, de veinte cerca de los treinta?. Tal vez tampoco. Tanto degutar lo placeres del pasado me he envejecido prematuramente. O, más bien, me he vuelto intempestiva, siempre mal colocada en el espcio-tiempo.
Obviamente, alguién me habrá trasladado a mí estas manías ¿Estará tal persona e consonancia con los tiempo, con los suyos? Y si lo está, entonces, ¿lo estoy yo también? Cada uno de nosotros es el universo paralelo de los demas. Somos lineas que nunca convergen. ¿Será estúpido entonces pensar en la existencia de seres afines? Mecachis....

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