De un tiempo a esta parte vengo preguntándome si el caos es preciso o precioso.
Si lo primero, imagino el Universo como una inmensa maquinaria de ruedas dentadas y a Dios, en vez de arquitecto, relojero serio, con aristocrático monóculo. Sólo Él comprende el funcionamiento de tan misteriosos engranajes. Y como es más suyo que Felipe II, y se niega a delegar, se pasa el infinito trabajando, sin vacaciones ni fines de semana, velando porque no cese el tic tac moribundo de la bomba. Para que luego le vengan los jovenzuelos de ahora protestando por la precariedad laboral.
Si precioso fuere, se me asemeja a un gran cofre a lomos de un dromedario, camino a la corte del Rey David, donde la Reina de Saba va a desplegar su contenido cegador ante los ojos del que fuera pastorcillo antaño y ahora lírico cantor. Y tanto es el brillo y esplendor, tan hirientes sus destellos, que es imposible verlo, ni tocarlo. Así pues, sólo se puede ignorar, pues si se entretuviera uno en intentar dilucidar su magnitud quemaría su retina. Un tesoro invisible. Siempre presente.
Ah... el misterio... qué maravillosa excusa.
domingo, octubre 22, 2006
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentario:
Ese caos preciso, es tan preciso como ese reloj, efectivamente, que sin embargo nadie puede evitar que atrase, que adelante, que marque distintas horas en distintos lugares, que se perciba a distintas velocidades, que hasta el mismísimo Relojero trata de descifrarlo.
Publicar un comentario