Salió de la casa desnuda, herida por la locura del encierro, sin conciencia de la realidad. Hundió la cabeza en el primer vómito nocturno que encontró, pero no logró ahogarse. Se arrancaba a puños los cabellos de la cabeza y lloraba y gritaba y enrojecía de cólera mientras los viandantes, atemorizados, esquivaban sus amenazas.
Llegaron los municipales.
viernes, agosto 25, 2006
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