lunes, octubre 02, 2006

GRACIAS POR FUMAR.

Comedia cáustica que quiere desentrañar la hipocresía de la sociedad norteamericana, y por ende, de nuestro querido occidente, tan en ocaso, aunque con una cierta moralina de corte paterno-filial.
Un tipo, guapo, locuaz, capaz de convencer a la Madre Teresa de Calcuta de que debe cagarse en el papa. Tan persuasivo que asusta, tan encantador que da miedo. El mismísimo diablo a quien venderías tu alma, qué digo, a quién pagarías gustosamente porque te condenara al suplicio eterno. Todo él al servicio de las grandes tabacaleras en el momento que organismos estatales y demás hermanitas de la caridad abogan por la salud del respetable.
Un yupie sin escrúpulos que, sin embargo, tiene razón. Es lo “malo” de la libertad. Es lo “malo” del raciocinio.
Personajes deleznables a mi modo de ver, de camisas planchadas, en la cresta de la ola, con quienes has de comulgar ante la evidencia. Mientras que los desarrapados, que normalmente deberían despertar tus simpatías, aparecen de carne y hueso, materialistas.
El director se atreve a decirnos a la cara que somos, quienes como yo tendemos a abominar de las corbatas y adorar al probriño, unos esnobistas sin criterio sostenible. Bravo.
Un ataque mordaz contra la hipocresía. Aunque la dureza “canallesca” de la película parece perder algo de fuerza ante la relación del protagonista con su hijo, por quién, aunque con matices, realiza un último gesto heroico: el de salir del lodo (che).
Visualmente tiene recursos que ya han empleado otros filmes con temática similar. Recuerda algo, salvando las distancias, a American Beauty y un poquito menos, aunque la intención sea pareja a American Psico y El Club de la Lucha. Un narrador, voz en off, que detiene el metraje de vez en cuando para mostrar estampas edulcoradas, burla del sistema visual característico del marketing televisivo.
Invita, pues, a una reflexión, tan profunda como se quiera, acerca de nuestros valores samaritanos. Lo hace decapitando los argumentos paternalistas de los adalides de la salud, pero bien puede particularizarse y hablar directamente a nuestros propios principios personales. Por eso me gusta, porque me desmonta, me trastorna, me cuestiona. Supongo que no es una gran película. Es americana (je). Pero yo se la pondría en clase a todos los adolescentes, para que se caguen de verdad, con motivos, en el mundo de sus padres y no reaccionen automáticamente ebrios de calimocho (o lo que quiera que sea que beban ahora), sin saber contra qué coño se están pegando. Aunque, qué idiota soy, no son tiempos de mayos de amor libre. Joder, qué ilusa.
Miren, ya le he visto el mensaje a la película. Y no es, en absoluto, baladí. Razónese y arguméntese. Todo es defendible. Nada de pataletas violentas irracionales. Convénzame.

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