viernes, octubre 31, 2008

Los malvados nos reímos a carcajadas

Los malvados, de habitual malencarados, de mirada torva y ceño fruncido, cuando reímos lo hacemos a carcajadas. Y resuenan nuestras risotadas como las de la bruja mala del cuento y a todos llega nuestro escandaloso reír. Sepan, parece que gritáramos, que por un momento nos regocijamos y el mundo se nos figura, de forma pasajera, risible. 

Ah, con qué ganas saltan punzantes las lágrimas, con cuánto esfuerzo hemos de apretarnos el vientre para evitar que los intestinos se desplacen, por los ímpetus intermitentes, hasta la boca abierta de par en par, y se deslicen fuera del cuerpo caliente y húmedo. 

Porque la gente buena, no se carcajea, no. Llevan siempre la sonrisa plácida, puesta a modo de anuncio luminoso, fruto de la seguridad y la fe en Dios, en el Capitalismo o en el Amor. 

Los malvados no tenemos fe. La perdimos cuando Dios nos echó un escupitajo en el ojo, sin querer, al sermonearnos por enésima vez; cuando no encontramos forma alguna de progresar ni amasar fortuna, por más que gastábamos y gastábamos nuestro preciado tiempo; y cuando la flecha de la pasión, con tanto fervor buscada, finalmente nos atravesó, para quedársenos atravesada. Nosotros, los malvados sin fe, a penas sonreímos. 

Pero, me cago en Dios, en el Capitalismo y en el Amor, ja, ja, cuándo reímos, hay que ver cómo reímos. 

jueves, octubre 30, 2008

OVIDEO EXPRESSSSSS...


A Oviedo nos fuimos aquel día en que algunos celebran la raza (suponemos que con pedigrí) y otros sacan a pasear a las Fuerzas Armadas (sin consecuencias aparentes). Ninguna fecha mejor para regresar al útero del que salieron esos que, dicen algunos, reconquistaron la Península. Con el ánimo dispuesto a cultivarnos, a ver todo aquello que sólo habíamos divisado en las diapositivas amarillentas con que se nos intentaba enseñar Historia del Arte. 

Y hete aquí que trepamos hasta Santa Cristina de Lena, y nos deleitamos ¿quién lo duda? con tan apañadico iconostasio (que va con piezas de otros sitios, según nos dijeron, de cosas de esas romanas, de mucha enjundia.)

Y llegamos a la capital, y recorrimos las calles de la Regenta, hasta llegar a la catedral, admirando las fachadas y enlucidos de todos los edificios ¡si hasta alcanzamos al flamante Calatrava y departimos sesudas sobre arquitectura contemporánea!. ¿Y no hicimos, a caso pic-nic en San Julián de los Prados? ¡Qué más se puede pedir!

Ah, pero las buenas voluntades son fugaces, y, para qué vamos a negarlo, cuando el alcohol corre por nuestras venas, siempre decimos sí. 

Y fuimos al bulevar de la Sidra, y sidra que te pego va, y sidra que te pego viene. Híncale el diente al Cabrales, y bébete rápido el culín y se me nubla la vista, vaya melopea. Y como íbamos diciendo ¿por dónde seguimos? Habrá que tomarse otra y otra y otra. Vale, por aquí mismo. Y mira qué chicos más simpáticos...

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Yo terminé pidiéndole a un grupo de gente, a quienes manifesté que por ser de la Meseta, cuál si no ha de ser el motivo, les tengo miedo a las montañas, que por fravrorrrr me llevaran al hotel. Gracias a Dios, o a la Virgen de Covadonga, me acordaba del nombre, y aquellas criaturas angelicales me socorrieron sin ponerme pegas. 

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Santa María del Naranco y San Miguel de Lillo, de resaca, lucen igual.


jueves, octubre 09, 2008

Shakespeare y la tortilla de patatas...


Verán. 

De un tiempo a esta parte no tengo más ingresos que aquellos que, generosos, me prodigan mis padres, sin más condición que verme feliz y contenta. 

No me compran, sino que me sostienen con amoroso primor. 

Sé que a estas alturas de mi transcurso vital llegar a tal situación es una torpeza. 

He cometido el peor de los pecados. He sido muy torpe, y ya no tiene remedio.

Estoy muy avergonzada... 

En estos momentos yo debería estar pagándoles el masajista, llevándoles de crucero, y amenizando sus tardes con nietecitos la mar de educados, nada chillones.

En lugar de eso, sigo siendo el sumidero de dinero, comida y ropa que siempre he sido. 

Para curar mi conciencia he prodigado currículums por doquier, incluida la Red, por supuesto, con pésimos resultados.

La última hornada de relación de mis méritos ha ido a las Academias, esos sitios dónde las mamás llevan a los niños por la tarde... y dónde jóvenes sobradamente preparados van a aprender idiomas...

En todas ellas me aseguran que necesitan profesores de inglés. Sobre todo eso, profesores de inglés. Tengo entendido que muchas de estas Academias envían, además, a sus profesores a empresas. 

Así he llegado al convencimiento de que aquí no sabe inglés ni Dios. Vamos, que el que sabe inglés es Dios. Y que el que no lo sabe no lo va a aprender nunca, por mucha academia a la que vaya. 

A ver, what’s the problem? De dónde nos viene esta incapacidad por aprender la lengua de Shakespeare, de dónde este estar toda la puta vida jodido y angustiado estudiando algo que no se aprende. Porque ya llevábamos mal las clases en el Instituto... Pero llegar al  mundo laboral (el que llega, claro) y que te vuelvan a colar unas cuantas sesiones más... ¿no roza la tortura?

miércoles, octubre 08, 2008

¡Ah, quién fuera liberal para generoso... repartirse al mejor postor!

No es mi intención sembrar polémica...


Y es que me parece, señores, señoras, público presente, críticos afectos, imperfectos seguidores que lo que es Liberalismo, así dicho con mayúsculas, y en sentido político, económico, social y cultural, aquí en nuestro país, no lo hemos tenido. 


Yo no sé como andaríamos allá por el 1800, que no me acuerdo, que era muy chica...


Decían los vecinos de allende los Pirineos que vestíamos harapos, comíamos con las manos y escupíamos en el suelo. Que éramos unos bárbaros, vamos, a pesar de lo deliciosamente altivas que resultaban las ruinas de nuestro pasado. 

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A sus ojos con monóculo nuestra historia estaba jalonada de cosas morunas la mar de interesantes porque, claro, viniendo de Francia, por ejemplo, no iban a impresionarse con las catedrales góticas. ¡Caray! que además estaban afeadas con retablos barrocos de lo más emperifollados y oscuros. 

No, no, ni el románico ni el gótico, ni su proyección renacentista iban a captar la atención del gabacho educado en las formas prístinas de Issoire o de una Notre Dame de París, de Chartres, de Amiens, de Reims...

Pero esas formas moriscas repletas de letras cúficas, esas mezquitas de columnas infintas, de chorretones pinjantes, de yesos imposibles, nunca antes vistas... ah... eso sí que era toda una “novedad”, todo un placer para el viajero inquieto a la búsqueda de civilizaciones ignotas y lejanas, de orientes perdidos y colmados de olores dulces como la miel.

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Y entonces llegó Napoleón, el descubridor de Egipto.


Y dijo, como hubiera dicho un Dios cualquiera en su correspondiente Génesis: “Cortarle la cabeza a las Mariantonetas es bueno, hágase en todo el orbe”. 

Ya saben uds. que se pasó por acá para domesticarnos.

Y algo nos debió de llegar de su progresía, que nos dio por hacer una Constitución. ¡Una Constitución! Por primera vez los pares del reino se pusieron a hacer algo moderno. Leches, joder, la hostia, qué emoción.

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Lo malo es que que a uno le ocupen el país jode un huevo, y se le coge manía al invasor por muy limpita que tenga la casaca y por mucho que insista en arreglarnos la vida, con higiene y buenas formas. Que nos sacaron los muertos de las iglesias para llevarlos al cementerio, señores. Y nos abrieron el Museo del Prado. Todo el patrimonio regio al servicio del Pueblo ¿Qué les parece, eh? Guapos los gabachos. 

Pero, claro, aquello de todo para el pueblo pero sin el pueblo, al pueblo le jode. Porque hay que saber mandarle al niño limpiarse los mocos con didáctica dulzura y no a sopapos, como todo el mundo bien sabe. 

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Así que a pesar de habernos puesto a hacer una Constitución gritamos “Vivan las caenas” y vitoreamos al gilipichis ese de Fernando VII, que era monarca a la antigua usanza. Absoluto, como la vodka.


Hasta que no se murió el colega, allá por el treintatrés del ochocientos, estuvimos otra vez jodidos. Más jodidos que antes, porque ahora sabíamos que existía la Revolución y la Soberanía nacional. Que existían las Constituciones y la libertad de prensa. Vamos, lo mismo que cuándo follas por primera vez que, aunque resulte raro, has intuido que el asunto mola, que alberga placeres de muerte que se pueden alcanzar a fuer de practicar con ahínco y ¡mecacho!, quieres más, y nada puede ser peor que que te dejen en el dique seco. 


Pero tranquilos que muerto el perro, no se acabó la rabia. 


Porque, vaya por dios, tenemos de heredera a una mujer y de regente a otra y así sucesivamente. Y a las mujeres nunca se les deja trabajar a gusto, no nos vamos a engañar. Que siempre hay personal tocando las narices, con un “quita quita mujer que ya lo hago yo” o un “hay que ver que culito más respingón se te pone cuando friegas, chati”. Por no hablar de que nada es más fácil que difamar a las putas esas que con sus encantos femeniles te hacen pecar sin querer, que tú luchabas por resistirte pero claro, inevitable sucumbir ¡son el diablo!

Así que entre pitos y flautas, curas merinos y carlosmaríaisidrosdeborbóm mediantes, no había forma de montar un Estado Liberal como Dios manda, joder. Algo se hizo por poner el tren, con capital inglés. Y por llevar las aguas a Madrid en canal. Pero poca cosa en comparación con las Francias, por ejemplo. 


Y luego, no se lo pierdan, porque a una republiquilla, ¡federal!, la primera que se pudo poner, le siguió un larguísima Restauración. Así que otra vez a las mismas. 


Claro, me dirán, no me compare a los Alfonsos con sus ancestros borbones. Y yo reconozco que las cosas habían cambiado, cómo no. Pero no me negarán, que a esas alturas daban muchas ganas de que cambiaran más y más. 

Es como lo que pasa con la Iglesia hoy. Que sabemos que no pinta nada y no debería importarnos lo más mínimo su presencia. Pero es que es verles los oropeles a los monseñores y entrarte una ira de Dios que lo flipas ¿o no? Y eso, sólo de verles. Porque si además das en oirles ya es la hostia en vinagre. Ganas de asesinar dan, de descolgar a Cristo para atizar con la cruz al personal. 


Y ahí es dónde entra la devoción por la Segunda República


No me negarán que después de años de liberalismo frustrado, con pucherazos y alternancias no era tiempo de aliviarse un poco. Ah... qué placer, poder votar a Constituyentes, formar parte de un partido o un sindicato, discutir en el café a pulmón partido...


Por eso da tanta rabia que los mismos de siempre (militares, iglesia, terratenientes...), cortaran de cuajo la ilusión y fastidiaran, sin dejarlo andar, el invento. Despotricaban contra una tradición liberal (masónica), casi inexistente, y reimpusieron el orden del Antiguo Régimen. Hay que joderse, en pleno siglo XX. 

Muera el rojo asesino, el comunista matón, el anarquista terrorista. Viva la tradición, la patria y el orden.


Si alguno con seso da en llamarme demagoga o solamente ignorante hágalo sin reparos que yo le atiendo. Que esto no quiere ser dogma, ni siquiera afirmación. Que es sólo que me pongo tontorrona y triste, con las cosas que pasaron.

¿Será tiempo de pensar en el futuro o es el futuro aciago?


Estimados conciudadanos:


Habrán visto que he abierto acá en la columna izquierda de este blog un listado en el que hago una breve descripción de cada una de las etiquetas con que se ordenan los post. Ya ven, me ha dado por ordenar el asunto. Será que no tengo otra cosa qué hacer, o que en el fondo el Orden, me es apreciado y querido, por mucho que me parezca una quimera, un imposible, vana ilusión.

Sé que a más de uno se le desplegará la sonrisilla al verme intentando aplicar concierto al caos. Pues sepa quién así reaccione que es que yo por una sonrisa doy mundos y si para obtener tal recompensa he de ordenar, pues ordeno. Ordeno y mando. 

Y como una cosa lleva a la otra me ha dado, también, por abrir un nuevo proceso de etiquetado bajo el que agrupar sesudas reflexiones sobre Historia e Historia del Arte. Anda jaleo, ahora les da por carcajearse a mandíbula batiente. Ah, no se lo reprocho, no me caracterizo por lo avezado de mi neurona e imaginarme cual pensador rodiniano, en periclitada postura, debe de ser irisorio. Je, je... hasta a mí se me está desternillando la ternilla. 

Qué quieren que yo le haga si sigo siendo una inocente que piensa que hacer cosas es bueno sólo por hacerlas. Dirán que me meto en camisas de once varas al tratar asuntos de tan amplio calado. Porque, además, como bien pueden intuir, no pienso aplicar nada de seriedad y el rigor, aunque haré lo posible porque no sea así, será más bien escaso. 

Me consuelo pensando que es sólo un experimento, de insondables pretensiones. Como todo. Un nuevo intento por obtener interlocutores con quienes discutir. Me viene dando una pereza bárbara oponerme a la opinión ajena, y he de evitar la vagancia. 

Alea jacta est, pues.

martes, octubre 07, 2008

Qué tonta

Sé que eres tú quien oculta en la espesura de letras me habla sin parar. Se que soy yo el objeto de tus soliloquios porque me llamas en cada acento, me requieres en todos los puntos y hasta me lanzas guiños en algunas comas. 

Sé que tus desmanes verborreicos, tus torpes ripios son todos míos, que me los dedicas, los dejas abandonados en mitad de mi camino para que me los tropiece y los recoja, para que una vez reparados de su estancia en el desierto, les devuelva el hálito de un soplido y los coleccione con mimo. 

Lo sé.

Pero ¿acaso esperas que tracen mis pasos tus sendas? ¿Que mis ojos crucen tus miradas? ¿Qué acierte si quiera a escuchar el susurro sibilante que se pierde en el aire?


Qué tonta.


Tú siempre tan inflamada en ansias. Tan palpitante en tensiones, tan mordiéndote los dientes en la espera. 


Pues espera, espera.


Pero no me esperes a mí que no existo más allá de tu esperanza. 


Y ahora me río, porque te veo contrita, y de pronto decides corporeizarme. En cualquiera, aseguras. En el primero que pase y se deje. Y vuelvo a reirme, porque bien veo que el despecho te obceca ¿Aguantarán otros yunques y martillos tu taladradora lengua?¿Podrán otros labios afirmarte con tino?¿Acertará cualquier ojo a perforarte el ombligo?


Póstrate ante mi próximo verso y rompo contigo. 



lunes, octubre 06, 2008

Sostenimiento vitalicio



Habrán de saber que acostumbro a consumir mis domingos en la casa familiar que aún me acoge y alimenta sin quejas expresas. Allí me reparo y recibo con agradecimiento los afectos varios que, cada uno a su manera, me profesan mis progenitores. 

Todo perfecto a no ser porque tiendo igualmente a llegar con unos resacones pertinaces, lacerantes, taladrantes, insostenibles, que me hacen temblar al contacto con las tazas de café que al contactar con mi tembleque se desparraman sin pudor ninguno por el mantel, por mi camisa, traspasándome la camiseta (empieza a hacer frío, que quieren que yo le haga) para terminar llegando hasta el sujetador. 

Es el momento de plantear mis cuitas. Porque el lavado de la prenda íntima me viene ocasionando una serie de problemas desquiciantes, relacionados con el desplazamiento del aro sostenedor a ritmo de centrifugado. Pero hija mía, es que los sujetadores hay que lavarlos a mano... Pero qué me dices... El caso es que como últimamente vengo comprándolos a módico precio en una de esas tiendas estandarizadas en las que todo queda a expensas del sobeteo del cliente, pues no encuentro motivo para tomarme tanta molestia. Claro que, la verdad es que son estos unos sujetadores de mierda, que ando fluctuando entre la 90 y la 85 y con ninguna de las dos me apaño...

Es entonces el factor paterno quien severo interviene. Asegura comprender que andar todo el día encorsetada ha de ser una tortura insufrible y acompaña el comentario con un gesto tan descriptivo como bochornoso. Añade a continuación que no hay que ahorrar en tales cuestiones pues, al igual que ocurre con los zapatos, bajo ninguna circunstancia debe de ponerse en peligro la integridad física y mucho menos por un quítame allá unos euros. Afeada mi racanería, argumento que la diferencia en el desembolso es notabilísima y que la incomodidad de probarse la prenda no desciende con el aumento del precio, lo que mantiene inquebrantable la posibilidad de equivocarse. Que hasta que no has cargado un par de días con ello no sabes si es de tu agrado o no. Como todo, vamos, que también con los zapatos pasa lo mismo.  Y lo que es peor aún, continúo, un sostén de calidad, un buen güonderbrá de lencería fina, convertiría mi pechamen, de común anodino, en una provocación y quién sabe si no despertaría el deseo libidinoso de algún viandante lascivo quien, por otra parte, e importante es decirlo, estaría siendo totalmente engañado, inocente, al pensar que es turgencia y altiva elevación, lo que no es sino diseño de última generación, es más...  Calla, hija, calla, y haz lo que se te ponga en las narices, pero por favor no vuelvas a tirar nada. 

viernes, octubre 03, 2008

THE LAST DAY


DÍA NOVENO


Me he enterado de que originariamente la patrona de Barcelona era una tal Santa Eulalia. Luego, a saber por qué (le pasaría como a Rosa María Mateo en la Televisión Pública), la sustituyeron por La Mercé.
Sepan que, en venganza, llueve siempre en tan señaladas fiestas (aunque este año lo hizo sólo el lunes con profusión, el martes con displicencia y el miércoles lució espléndido el sol.)

EL OCTAVO DÍA


No sé si les he contado alguna vez que me causa gran frustración no saber idiomas. Que me hablen y no enterarme de la misa la media o intentar expresarme y no encontrar comprensión ajena, me taladra las falordias.
Claro que... eso también me ocurre cuando me hablan y me expreso en mi propia lengua.