martes, abril 01, 2008

Desvanecida

28 enero

Velada entre las sombras me contemplo. Pulo la plata, galvanizada. La sigo puliendo, hasta que su superficie sea cristal. Alguien estornuda ostensiblemente y de forma continuada. Estoy en el Paraíso. Y para llegar hasta aquí no me han hecho falta tetas. ¡Viva Lavapiés! Yodo para sensibilizar la placa y arcanos a la sombra de una vela para acertar con sus justo color. El alquimista, impaciente, sigue los pasos. La toma es lo de menos. Dos pastillas al día, serán suficientes. Cuidado, sólo es sensible a la luz azul. Mayo, con sus flores, es el mes más propicio. Y lo del revelado de la imagen que late oculta, pulsando por salir de la luz, mejor ni lo cuento. Pues los efluvios del mercurio me marean. Por eso siempre fui más amiga de Marte, que del que me toma las temperaturas. Adiós, amigos, adiós, muero presa de los vapores. Víctima de una imagen de plata. Nunca llegaré a ver el gelatino-bromuro. Oh, destino cruel, aciaga vida. ¿Quién escribirá la novela de mi vida? Dama de alta alcurnia fallece en extrañas circunstancias al confundir su laboratorio de daguerrotipia con una consola en la que no halló consuelo. Fotógrafo celoso asesina a su amante, en presencia de su esposa, trepanándola con el canto de una afilada placa de plata. Vieja curandera de oscuro pasado maldice a todo aquél que retiene el tiempo en imágenes por contravenir los designios de la Naturaleza.

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