miércoles, octubre 31, 2007
Tengo poco tiempo, se decía así misma, mientras se apretaba el vientre, fuerte, con ambas manos. No voy a llegar, y a su paso: el hedor de la muete, el reguero pestilente del que abandona la vida. Lanzó el brazo para hacer llegar su mano al mecanismo de apertura de la puerta, pomo, lo llamaba su madre, picaporte su padre, nunca se pusieron de acuerdo en nada, pero no pudo ser, en el momento en que aflojó la sujección del vientre, liberóse el intestino de su débil represión. El cuadro resultante... No puedo seguir, no puedo seguir.
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