Me fastidia tener la psicología tan trastornada, tan poco adecuada para nada (¿o es para todo?). Porque (suponiendo que se puedan empezar las frases así) me dificulta la vida. Y me temo que se la hace más difícil a los demás.
Ahora que, después de verles el cogote durante semanas a un montón de bachilleres talludos, voy, ¡por fin? a enfrentarme a ellos, me entran los escrúpulos y el cargo de conciencia. Es normal: Voy a cometer todas las tropelías contra las que siempre he despotricado con encono.
Y me jode... ¡qué fastidio!
A esto se le pueden añadir unos toques de miles de menudencias más que magnifico para que todo el mundo me sonría y divertido me diga aquello de ¡qué exagerada eres! Prefiero que se rían sí, pero no deja de fastidiarme, también, cómo eluden así mis increpaciones. Oyes... que te estoy insultando, y ni se enterán. Y todo por exagerar un poquillo ¡Qué fastidio!
El caso es que estoy de un iracundo... que me parece que voy a partir la boca al primero que me la ponga a huevo.
martes, febrero 13, 2007
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