Siempre he tenido un particular aprecio por los relatos de viaje: Aquellos escritos minuciosos que narran las aventuras surgidas en los más grandes y azarosos transcursos. Desde La Odisea hasta La vuelta al mundo en ochenta días, he procurado devorar con devoción el difícil deambular de mis héroes por los más exóticos parajes.
Más de una vez, yo misma, llevada por ese purrito extravagante que me enrojece las carnes, he tenido el atrevimiento de escribir mis avatares en tales circunstancias, sin ningún éxito.
Sea por que mis salidas del terruño han carecido del más mínimo interés, sea porque no me alcanza la pluma (oissss) para darles a los eventos la perspectiva que los haga atractivos, no he sabido superar la monótona enumeración de horas y medios de transporte, de puntos de partida y destinos pasajeros...
2 comentarios:
Qué me va usted a contar, que me he enredado en el relato de mi mes en las américas, y hasta he tenido la osadía de abrir un nuevo espacio para recrear tan magna y singular aventura y aquí me veo ahora luchando contra la desidia, la depresión posvacacional, la mala memoria y la ineptitud en la palabra. Quién me mandaría a mí...
Bueno, no tenga pena y hágalo.
Al final la única forma de hacer las cosas es haciéndolas aunque se hagan mal (siempre nos queda el consuelo de pensar que es sólo el principio, venga va, que más adelante nos saldrá mejor ¿no es inevitable mejorar?).
Pues ¿no somos homos habilis? Ah... que no... que es sapiens... pues vaya mierda ¿no? De ahí todo el día pensando en hacer cosas y no haciéndolas... así nos luce el cráneo de amplia frente despejada y sin prognatismo.
Sepa que también allá en su otro blog le leo.
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