Corría un año cualquiera de la Era del Señor D. Gato. A juzgar por lo apretado de la temperatura, suponiendo que la temperatura tenga apreturas, sería aquella estación que unos dicen florida y otros taurina, con mentidos robadores y copas, y efebos apolíneos que te escancian bebidas de dioses. Gintonic, por favor. Horas: intempestivas; quitarse el reloj, como arrancarse las gafas, te deja desvalida, abandonada en un mundo borroso y atemporal.
Y así, sobre el cúmulo de nimbos cirrosos, contempló aquello que quedaba. Restos, nada más, de algo, que nunca fue. Las ruinas de una utopía son más tristes si cabe que cualquier desperfecto de lo que fué. De ésto, sacan los arqueólogos entretenimiento, de aquéllo, sólo lágrimas los tontos que creyeron.
martes, junio 19, 2007
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