¿Qué es un blog?
Un espacio de lucimiento personal.
Así creo que se publicita: "Publica y comparte con “todo el mundo” tu diario personal."
Pero si un diario es personal ¿A qué viene eso de dárselo a leer a todo quisque?
Se me ocurren dos opciones:
Una. Como digo, por mero prurito de exhibicionismo.
Dos. Con afán de no perderse en uno mismo.
Así me gustaría verlo a mí.
Pero, claro, para eso es necesaria la participación de “otros”. “Los otros”, que para mayor seguridad, con miras al discernimiento, y no a la pérdida de tiempo, conviene que sean conocidos. Gente de confianza, que sepan al menos apreciar el grado exacto de locura, ironía, paranoia, inseguridad, etc. que destilan las palabras escritas.
Y claro, amigos, preocupados por el escribiente, inquietos por sus inquietudes y con voluntad de contribuir a su desarrollo.
Lo tengo comprobado, y no por medio de gnosis, hablarse a uno mismo le vuelve a uno, a una, a mí, a la menda, loca de remate.
Necesito compartir mis palabras, que no puedo llamar pensamientos, por parecerme éstos, aún, quizá para siempre, vedados a mi actividad cerebral, primigenia e infantil.
Necesito, primero, dejarlas escritas para verlas contemplarlas y comprenderlas. Para ver lo que me cuesta decirlas-escribirlas, para ver lo mal que expreso lo que quiero expresar, porque no sé lo que quiero.
Necesito, luego, someterlas al juicio crítico, certero, de mis interlocutores, aparecidos en mi transcurso vital por diversos motivos, pero permanentes, únicamente gracias al afecto, inmerecido pero gratificante, digno del mayor cuidado, del más minucioso mimo.
Por eso dejo escrito esto. Que nadie lee, sino yo cuándo lo escribo.
¿Será mucho exigir?
¿Será demasiado pedir?
No todo el mundo tiene esta necesidad imperiosa que a mí me acucia. Sé de gente que no suelta prenda ni bajo los efectos del más etílico vapor. Gente cercana, a quien nunca logro adivinar siquiera el estado de ánimo.
Y lo siento, lo siento tanto. Porque no sabré actuar cuándo tenga que hacerlo.
No sé hacerlo cuándo se me dice expresamente, ¡como para intervenir por intuición!
Se me ha dicho mil veces. Y lo sé. Dependo de los demás. No de todos.
Hay opiniones y pareceres que me la traen floja.
Pero ¡ay! otros… otros… aún dichos superficialmente, y sin intención… que se me aparecen, no sé por qué, como elementos básicos de mi destino.
“Necesitas la supervisión de un adulto”
“No tienes objetivos”
“No sabes querer a nadie”
“Eres mu’ tonta”
“Deberías dejar de salir con las pilinguis”
“Ya está la que lo sabe todo”
“Eres una cantamañanas”
“Crees que me entiendes pero no te enteras de nada”
A lo peor me estoy mintiendo, una vez más. Me vuelvo a engañar.
¿Será sólo afán de protagonismo mi blog?
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