Los leones de Bagdad, [Barcelona], Planeta de Agostini, 2007
Si alguno de ustedes guiado por el renombre del guionista “... uno de los autore de novelas gráficas estadounidenses más aclamados por la crítica... “ que “... ha demostrado comprender el precio de la supervivencia y los matices políticos del mundo moderno...” (ahí es nada), o llevado por lo sugestivo del tema “inspirado en hechos reales. Una visión inquietantemente original de la vida en las calles de Bagdad durante la guerra de Irak”, piensa en hacerse con la obra y disfrutarla, y le jode que le destripen la trama, pare de leer.
Porque yo no pienso cortarme un pelo.
Sí. Va de leones. Con un dibujo que deja ver los trazos, pseudoabocetado, que no por realista resta capacidad de expresión a los animalicos en cuestión. Nada nuevo bajo el sol. Recuérdese El Rey León, de Walt Disney, dibujo animado que ya logra este efecto, y júzguese en consecuencia.
Va de leones y otros animales que hablan entre sí. Se relacionan como seres humanos. Hay un cachorrito iluso y tierno, un León algo cínico, una leona idealista y otra, anciana experimentada, desencantada de la vida. Un cuarteto algo infantiloide a primera vista. Pero es que es difícil sustraerse de la larga sombra de la producción de Disney, que tanto daño ha hecho a nuestros reblandecidos cerebros.
Tiempo al tiempo y pronto aparecerán rasgos de cierta originalidad sustentados en referencias claramente adultas. Cuando la vieja Safa recuerda sus tiempos en la selva en prueba del bienestar que proporciona el Zoológico, acude la tormentosa imagen de una violación. No sé si a las leonas se las puede violar, pero puedo asegurarles que en este caso se asiste a la escena con el asco y la impotencia que proyecta el acto humano. Igualmente cuando la guerrillera Noor requiere al macho de la manada Zill para que “la tome”, acto marcadamente animal, la figuración es la de una pelandusca con ganas de guerra a la que el varón rampante no puede dejar de satisfacer. Atendiendo a que también para la descripción de toda la gama de actos amorosos recurrimos habitualmente a metáforas animales, comprendemos sin grandes esfuerzos la escena.
Por lo demás, nuestros héroes, cada uno dentro de un rol marcadamente clásico, lucirá sus caracteres con elegancia.
El pequeño Alí hará continuada gala de su infantil inocencia en busca del nunca antes visto horizonte.
El cínico Zill evolucionará hacia la valentía, dentro de la más antigua tradición del antihéreo (v. gr. Han Solo).
La luchadora Noor, también en el papel estipulado, tendrá numerosas dudas en su búsqueda de la libertad (desde Hamlet hasta nuestros días la ficción está repleta de personajes que terminan cuestionándose la finalidad de sus medios)
Y por último la experimentada Safa, ejercerá de voz ronca de la conciencia (como el abuelo gruñón que siempre tiene razón, ¡Pedro y el Lobo! ¡Heidi! y cuántos más...)
Así que al que guste de la más antigua tradición narrativa del cómic, encontrará aquí todos los ingredientes.
Personalmente me quedo con la magnífica capacidad de trasmitir la incomprensión del mundo circundante que ha logrado esta novela gráfica.
Los leones del Zoo de Bagdad, no son capaces de asumir en su totalidad el aciago panorama que se abre tras la caída del muro que les separa de la libertad. Una libertad anhelada pero temida, en pleno escenario bélico. Recibirán noticias de cosas que ocurren o que ocurrirán con estupefacción. Intentarán recuperar su instinto de supervivencia en el peor de los momentos.
Desde nuestro punto de vista, el del todo poderoso guardián, su imposibilidad de entender nos devuelve la humildad que nunca debimos de perder, si es que alguna vez la tuvimos.
Nosotros somos los leones del Zoo de algún Dios que huye de los bombardeos.
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