miércoles, agosto 13, 2008

JACK DANIEL'S

Abrí la puerta. Frente a mí un hombre, enorme, de piel tostada, en traje negro, con los dientes de la sonrisa blancos y blanca la corbata.
- Este es mi amigo de Tennessee, Jack Daniel's - me dijo Ana, colgada de su brazo.
Me quedé paralizada admirando aquella construcción inverosímil ¡quién podía haber traído al mundo a una criatura tan perfecta? Caí al suelo de rodillas y casi con lágrimas en los ojos logré balbucir algo así como “encantada” o “encandilada” o “en todo lo lo que quieras, hijomíodemivida”.
Él soltó una risotada que me retumbó en las costillas, dejando ver su lengua rosa, mullida. Hizo ademán de rescatarme de mi indigna posición cuando ya trepaba yo por sus solapas buscando ansiosa mejillas con las que cumplir el ritual. Era todo un caballero, sin duda, pues las ofrecía dadivoso, aunque sin dejar de reirse.
- Pase, pase, señor Daniel's - añadí a continuación con la libido enrojeciéndome el rostro.
- Ah, pero no, por favor, tutéame y llámame Jack.
Tenía la voz grave de los cantantes de Soul y un leve acento extranjerizante que invitaba a ofrecerse con logopédica disposición.
- Lo probarás ¿no? - añadió Ana.
Aún guardaba en mi paladar el gusto dulzón y empalagoso de la tarde con Etxeko. Aquél navarro pelirrojo, con las endrinas tan bien puestas, que acostumbra a ahogarme las penas. El nuevo manjar se me antojaba demasiado elevado para mis rústicas costumbres. Así que dudé.
Y mientras dudaba y dudaba, me ofrecí a quitarle la chaqueta, que hace calor. Y a aflojarle la corbata, que estamos entre amigos. Y ¿por qué no? a deshacer, definitivamente el nudo y desabrochar los primeros botones de la camisa comprobando que el bronceado es homogéneo. No dudes en remangarte si estás más cómodo y si quieres puedes seguir con los botones...
Recuerdo que sonaba música de los años ochenta. Grandes clásicos que soy incapaz de identificar ¿Dónde diantres estaba yo en tan señaladas fechas? Hay que joderse, que le pongan a una un Jack Daniel's a ritmo de The Doors y sólo pueda acordarse de la gilipollas de la Susanita y del imbécil de su ratón.


2 comentarios:

Cat Ballou dijo...

Canastos, aunque llegue algo tarde y a trompicones como suelo hacer casi siempre, déjeme que me postre ante este su escrito como usted ante su amigo Jack. Hoy me he dado un atracón de su blog y si me lo permite, he gozado de usted de manera emocional, por todo lo cual le doy las gracias.

Remedios de los Dolores dijo...

No sabe ud. lo gozoso que me resulta que me gocen (emocionalmente). Y no sabe las ganas que tengo de que se recupere de esa locura que le impide escribir. Para continuar gozando (¡emocionante!).