miércoles, julio 23, 2008

Baños de Sol

Vivo aquí, dónde cada verano me pican miles de mosquitos y dónde, a causa de los cambios de temperatura, cojo siempre un buen catarro. Como este. 


Oigan que toses más estertóreas y escandalícense con la mocada que me supura. 


ASÍ arrastraba mi cuerpo triste la mañana del sábado, tras los pasos de Julia, al encuentro con Natalia. Pobre Remedios, decían ambas mientras coquetas se probaban sandalias rebajadas. Pobre. 


Compasivas me sentaban en las terrazas e intentaban animarme despotricando contra todo el que pasaba ante nuestra vista. Mala costumbre esta, fundamentada en el ocio callejero, rezongué malhumorada. Un buen baño de sol, concluyeron, en la soledad del Cerro, podía disiparme los males y dorarlas a ellas al mismo tiempo. Sea, asentí. Vayamos esta tarde. 


Subimos al Cerro y acomodamos las posaderas en un pequeño claro junto al camino más obvio, tras haber dado una vuelta en balde, eludiendo mirones y cúmulos de mierda juvenil depositados a cada paso.

- ¿Y tú bikini, Remedios?

- ¿Mi bi qué? - Estupendo, pensé, había que traer bikini. - ¿No es suficiente con haber cortado los pantalones vaqueros?

Ahí estaba yo, ejerciendo de pálida mujer blanca, con unos vaqueros rancios y mal cortados, y una camiseta roja sin mangas con la que un 18 de julio reivindiqué la República. Untada hasta el tuétano de crema protectora del cincuenta, con las gafas de sol adheridas a la nariz y el gorro calado hasta las orejas. Un cuadro, dramático o cómico, según se mirara. 

- ¿Ni si quiera has traído la parte de arriba? - Natalia continuaba atónita, preguntándose de dónde había salido aquél personaje tan incapacitado para tomar el sol. 

- Ah, pues yo me pienso poner en tetas - añadió la pequeña Julia que ni corta ni perezosa...

¡Jesucristo! Qué dotación ¿por qué diantres está tan mal repartido este jodido mundo? A punto estuve de clamar justicia social, pero preferí hacerme la interesante sacando los dos libros que me había traído para leer alternativamente. 

Con el fin de que no pareciera que había ido yo a boicotear la toma, deje  sumisa que mis colegas me forjaran la postura.

- A ver, Remedios, hija, así no te va a dar el sol. Ponte bien, mujer. 

- Hablando de soles ¿hacia dónde va a ir?

- Se pondrá detrás de la colina, por ahí - señalé, comprendiendo cuál era mi función en tan curioso trío.

Y sosteniendo la incomodísima posición en que me habían dejado, cara al sol, para más inri, comencé a deleitarme en mis lecturas vespertinas. Alternando a Ramírez y a Savater, para cultivarme y elevarme a partes iguales, para terminar con mis males sin volverme loca, para dejar de rayarme finiquitando lo empezado, sudé la gota gorda y me llené el trasero de yerbajos secos y punzantes. 


Al final el sol se puso algo más a la derecha de lo que yo había dicho, pero como ni Julia ni Natalia se habían fijado bien en mis indicaciones, les dió por admirar mi ojo certero (o, tal vez, querían disimular mi fracaso). Si es que Remedios sabe de estas cosas. Y yo, que ya había hecho bastante el ridículo, no les saqué de su error.  Para enfatizar aún más mi buena disposición, sin faltar a la verdad, aseguré que la tarde de soles me había sido muy reparadora. 


2 comentarios:

Pedro dijo...

Es que no tuviste en cuenta el azimut.

Remedios de los Dolores dijo...

Oyes ¿y cómo es que no me pones un enlace al D.R.A.E.?
Todos los indios ¡azimut! ¡azimut! estamos muy contentos ¡azimut! ¡azimut! en nuestras piraguas ¡azimut! ¡azimut! vamos río adentro ¡azimut! ¡azimut!